jueves, 20 de agosto de 2015

LA ESTACIÓN DEL TREN

Existe un debate abierto sobre la estación de ferrocarril de León. Se ha podido escuchar al alcalde de la capital decir que la solución será la que más convenga a la ciudad. Este hombre debería acostumbrarse a opinar. Es lo que se espera de un alcalde. Se ha escudado en dar el patadón a la pelota para despejar, pero gobernar no es eso. Espero que sea producto de su bisoñez en el cargo porque la respuesta adecuada no puede ser “hagamos un concurso de ideas”. De él se espera criterio, que se puede compartir o no -lo que es muy saludable para la democracia-, pero se espera opinión. La estación de ferrocarril de León ha supuesto durante años una frontera. Marcaba dónde estaban las vías que, como un abismo profundo, cortaban el espacio urbano marcando un “más allá”. La ruptura de esa frontera con la prolongación de la calle fue solo un primer paso. Ha servido para poner de relieve que ese límite a ambos lados tiene un aspecto suburbial y degradado. Por eso el papel de la nueva estación y su entorno ha de ser coser lo que hay al otro lado, integrar. Nada mejor para conseguirlo que dignificar la zona y convertirla en un centro de atracción que asegure el flujo de gente y la actividad social. Por eso hay que pensar en dar un papel a la estación nueva, a la vieja y al Palacio de Congresos. La estación nueva puede continuar siéndolo, puesto que cumple su función bien y está muy cerca de la estación de autobuses, aspecto que tiene importancia. Por otra parte, si no fuese estación de trenes ¿qué otra función podría cumplir? La estación antigua -con su marquesina, que es nueva y diferente de la que se llevaron a “restaurar” hace unos años y que jamás volvió- puede ser un recinto polivalente. En él se aúnan un gran espacio cubierto y un fondo de saco de vías. Podría ser el lugar adecuado para realizar un museo al aire libre de material ferroviario, asesorados por la Asociación de Amigos del Ferrocarril, y un área comercial y de gastrobares, como se ha dicho, al estilo de tantos mercados de abasto recuperados y reconvertidos en España (San Miguel en Madrid, Cañadío en Santander ...). No tiene sentido obsesionarse con su viejo uso porque las necesidades urbanas de hoy son otras. Se requiere potenciar la vida social de la zona. Y lo que no sería comprensible es dejar rodeada de suburbios una obra magnífica y representativa como el Palacio de Congresos. En resumen, el papel del triángulo Palacio-estaciones es fundamental para el nuevo desarrollo de la ciudad en esa zona y hay que darle la importancia y el criterio que requiere.

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